Nunca hagas un pacto con el Diablo
II Concurso de Relatos Breves Eurostars Hotels 2013
Relato presentado
……
“Nunca hagas un pacto con el diablo”, le habían dicho de pequeña.
Alba nunca tuvo miedo de esos comentarios. ¿Qué podría querer ella con tanta desesperación como para empeñar su alma? Lo que nadie le dijo fue que, su “diablo”, no iba a ser un personaje rojo con cuernos, ni que el pago sería algo mucho más terrenal que su alma. Exigía su cuerpo.
Él ya había cumplido su parte del trato, y ahora le tocaba a ella cumplir la suya. Aquella misma mañana, había recibido la nota que le indicaba el lugar, la hora, y las instrucciones exactas que debía seguir. Por un momento, pensó en echarse atrás. Luego comprendió que sería inútil. Su mejor opción: cumplir al pie de la letra sus peticiones y después no volver a verle nunca más. Olvidarle llevaría su tiempo.
Por eso se encontraba allí, pegada al ventanal de una de las habitaciones del hotel más alto de la ciudad, el Eurostars Madrid Tower, contemplando desnuda el ajetreo de la noche madrileña. Pensó, con cierta ironía, que en cualquier otra situación hubiera disfrutado de la sensación de ver Madrid postrada a sus pies.
Sabía que le estaba haciendo esperar adrede. Él nunca llegaba tarde. Aunque quizás ya estuviera en la habitación antes de que ella entrara. Al abrir la puerta, todo estaba a oscuras, y él le había prohibido que encendiera ninguna luz. Siguiendo las indicaciones de su nota, había tenido que ponerse delante del ventanal y comenzar a desnudarse mirando en todo momento hacia el exterior. Sólo debía dejarse puestos los zapatos de tacón. Después, debía esperarle apoyada en la ventana con las piernas y los brazos separados, y las manos pegadas al cristal. Ya llevaba en esa posición más de cinco minutos, y comenzaba a sentir el frío del exterior en sus pezones erectos. Lo último que deseaba es que él pensase que aquella situación la excitaba.
Entonces sintió una ligera respiración en su lóbulo derecho. Estaba detrás. Alba notó cómo pegaba su cuerpo cálido al de ella, al tiempo que colocaba sus manos en el cristal al lado de las suyas.
—¿Tienes frío? —Su voz grave sonaba engañosamente sensual—. No te preocupes. Pronto dejarás de sentir cualquier otra cosa que no sea placer.
La tenía aprisionada contra esa pared invisible, recordándole que estaba a su merced. ¿Tan insignificante era ella para él como se veían sus pequeñas manos cuando él las cubrió con las suyas? Podía oler su piel. Armani Code. En ningún hombre ese perfume resultaba tan intenso como en él. Embriagador. Casi como una droga que no se puede dejar de disfrutar…, a pesar de saber que puede hundirte en el abismo.
Alba había pensado que el desenlace sería rápido. La tomaría allí de pie, y una vez satisfecho su deseo, se marcharía sin ni siquiera despedirse. A fin de cuentas, su acuerdo no especificaba “esos detalles”. Pero la estaba sorprendiendo una vez más. No parecía tener ninguna prisa. Había comenzado a besarla en el cuello, muy lentamente, al tiempo que sus manos acariciaban suavemente la piel de sus brazos hasta llegar a los hombros. Allí siguieron su camino bajando por la columna hasta la parte más carnosa de su cuerpo. Alba no podía creerse lo que estaba sintiendo. Cuando él recorrió con su boca el mismo trayecto que acababan de hacer sus manos, ella se horrorizó al darse cuenta de que esperaba con ansia su siguiente movimiento. Sentía sus labios como si estuvieran desabrochando un vestido con infinitos botones en la espalda. Al llegar al final le dijo:
—Me gusta tu tatuaje.
Y lo dijo literalmente, porque con su lengua trazó cada una de las letras que Alba llevaba escritas en esa parte curvilínea de su cuerpo que siempre le gustaba mostrar por encima del pantalón. Pensó en el dolor que había sentido cuando se lo hicieron, y en el placer que ese suave pincel de tinta invisible le estaba proporcionando ahora. Placer. ¿No se suponía que debería estar pasándolo mal? ¿Acaso no tenía que pagar por lo que había recibido? Hubiera sido todo más sencillo si tan sólo le hubiera pedido su alma.
Cualquier pensamiento lógico, quedó anulado cuando él comenzó a subir sus ardientes manos, por la parte del cuerpo femenino que permanecía pegado al cristal. Sus labios acompañaron aquel movimiento ascendente, rubricando con su aliento el húmedo sendero que su boca había marcado instantes anteriores. El contraste entre frío y calor, la dejó sin respiración y su cuerpo reaccionó por voluntad propia, ofreciendo sin ningún pudor su pecho al causante de su estado. Y él aceptó de muy buen grado incrementando la intensidad de sus caricias.
Sabía que la estaba llevando a su terreno, pero se sentía incapaz de hacer nada para remediarlo. Fue consciente de la humedad que nacía en su entrepierna y que se iba incrementando con cada segundo que pasaba en brazos de aquel hombre.
—Permíteme saborearte un poco más.
Alba se asustó cuando le vendó los ojos con una cinta de seda, pero no se resistió. A punto estuvo de derretirse, cuando sintió su lengua, en la parte de atrás de su rodilla derecha. Jamás hubiera pensado, que ese lugar olvidado de su cuerpo pudiera ser tan erógeno. El ascenso que siguió después hasta llegar al origen de su deseo, fue un bendito suplicio. Privada de su sentido de la vista, sólo pudo concentrarse en las sensaciones que ese hombre la estaba haciendo sentir con sus dedos, con su boca, con su aroma… Y no pudo aguantar más. Simplemente se dejó llevar por la liberación que su cuerpo estaba reclamando, y que en el momento de éxtasis se extendió por cada poro de su piel.
Sólo unos fuertes brazos impidieron que se desplomara en el suelo. Los mismos brazos que la alzaron y la llevaron gentilmente a la cama. Las palabras que oyó a continuación le sonaron a gloria:
—Reserva fuerzas cariño. Todavía nos queda una larga noche por delante.
FIN